17.9.14

Aslet

La vida envidiable de Anna, solo le recordaba a Elsa aquello que jamás podría tener.
Pero Anna no vivía de placeres y libertad, despertar todo los días con el tiempo en una mano sin tener a alguien con quién gastarlo. Desconocer la razón por la que tu hermana decidió alejarse de ti, ignorando tus vanos intentos por llamar su atención. La noticia de que tus padres no volverán de su viaje y que la única familia que te queda, ni siquiera se molesta en hacer acto de presencia ante el entierro de sus propios progenitores. ¿Qué se creía Elsa? ¿Qué era más importante para ella? ¿Qué la tenía tan cerrada al mundo? ¿Qué estaba pasando realmente con ella?
Anna vagaba siempre por los grandes pasillos del castillo, podía caminar con los ojos cerrados y no se toparía con nada…  pero este día, este día no le apetecía hacer nada, no había dormido bien durante los últimos días, la verdad no quería hacerlo, aún escuchaba sus voces como ecos susurrantes. La nostalgia se hacía más sólida con el pasar de los recuerdos, el miedo la dejaba sin aliento al meditar del futuro que seguiría su vida sin sus padres, sin hermana, sin amor. Probablemente se haría vieja en aquella habitación rosada.
Con sus ojos hinchados y oscuras ojeras, su cabello enredado y sus labios partidos, su cuerpo entumecido y sus pocas ganas por salir de la cama, ella seguía siendo preciosa. Porque así son las personas especiales, cuando las circunstancias ameritan ser fuerte pero no se puede ser más, son bellas hasta en la cúspide de la destrucción de uno mismo.
Ambas princesas sumidas en incomprensión, sintiéndose solas con la urgencia de un abrazo, alguna palabra de apoyo. El castillo comenzaba a ser muy grande para solamente dos princesas soberanas. Tenían reputación de ser un feudo débil ante los demás reinos, pero esto no era más que una idea errónea corrida por algún vecino prepotente al acecho del trono de Arendelle. Durante años las puertas se mantuvieron cerradas, custodiando a la heredera de los peligros del exterior y resguardando el pueblo del poder que poseía esta misma, solo Dios sabe lo que ocasionaría si Elsa perdiera el control fuera del castillo, fuera de sus aposentos.
Para Elsa la seguridad del reino era punto y aparte, si tanto miedo le tenían podían quedarse en sus hogares lejos de ella, algún día ella subiría al trono y podría controlarlos a su gusto. Cambiaría las reglas del juego que ellos mismos habían construido en contra de la heredera.
Cuando la noche oscurecía el día, una parte de Elsa se iluminaba, todo el castillo dormía, ni un alma se hacía presente y ella podía tener una fracción de libertad. Elsa corría por el salón del palacio liberando escarcha detrás de ella,  se detuvo al centro para acumular una bola de nieve que crecía entre su manos para luego impulsarla hacia lo alto creando una fresca nevada, en su palma cayó un diminuto copo de nieve delicado, límpido y hermoso ¿cómo podían temerle aquellos mediocres aldeanos? era una maravilla. Había infinidad de creaciones que se moría por hacer pero este lugar era demasiado represivo para alguien tan poderoso como ella, la Reina de las Nieves. Pero había un lugar dónde no había límites.
Kai la reprendería si no la encontraba dentro de las instalaciones del palacio, pero ya se había contenido en otras ocasiones y esta vez tenía que explotar todo lo que traía dentro, Kai de seguro ya iba por el 3er sueño, no sería problema. Titubeó por un momento, pero entonces dió un paso decidido y otro tras de ese, y otro más después de ese, caminaba con el corazón en la cabeza pero a paso firme sin voltear atrás ni por un segundo, sabía que si lo hacía cedería antes de negarse la idea de no acobardarse a salir fuera del castillo. Sin embargo ahí estaba un leve susurro de alguna voz conocida que clamaba por ser escuchada. Ensimismada en la emoción por lo que estaba por hacer a continuación no se dio cuenta que rumbo estaba tomando y ahora que lo meditaba había sido una idea estúpida tratar de salir por la entrada principal donde se erguían dos puertas enormes e imponentes y detrás de ellas había otras dos más impuestas por el rey en su deber como padre, proteger a sus hijas. Si no podía irse por la entrada, entonces tendría que buscar alguna otra salida, indudablemente Anna sabría por dónde ir. Aunque ni siquiera debería considerar esa opción, porque no lo era, esa idea no le pertenecía a ella sino a otra alma murmurante dentro de ella.

No hay comentarios.:

Publicar un comentario